Una fundación convierte en recicladores de bicicletas a jóvenes extranjeros que ni estudian ni trabajan por falta de papeles

No son ni-ni (la generación que ni estudia ni trabaja) por vocación, sino por obligación.

Los jóvenes extranjeros sin papeles en España tienen una educación garantizada hasta los 16 años, pero a partir de esa edad solo les aguarda un destino seguro: la calle. Es el caso de Moussa Traoré, un guineano de 20 años que cursaba primero de Economía en una universidad de su país, pero que se quedó sin posibilidad de trabajar ni estudiar cuando llegó a España.

Moussa fue rescatado de la calle hace seis meses por la Fundació Marianao, una entidad sin ánimo de lucro ubicada en Sant Boi que trabaja con jóvenes del Baix Llobregat. «Ingresé en el plan porque es una oportunidad para conseguir trabajo. No tengo papeles y sin ellos no puedo estudiar ni trabajar. Me gustaría dedicarme profesionalmente a reparar bicicletas pero con la crisis lo tendré difícil», explica Moussa.

La entidad que trabaja con grupos de riesgo social forma cada año a unos 15 jóvenes que, con la excusa de aprender a convertir desechos en bicicletas útiles, también reciben clases de castellano, catalán, matemáticas e informática. «Lo importante es que aprenden hábitos sociolaborales y que comienzan a sentirse útiles. También intentamos que salgan de aquí con un trabajo en condiciones», explica Yeray Bombín, educador de la fundación.

Mecánicos del Bicing

Desde el inicio del programa hace cuatro años, los participantes en el taller han construido 683 bicicletas con restos recogidos en la vía pública, donde habían sido abandonados. Una vez reparadas, la fundación envía las bicicletas al tercer mundo. En los últimos meses han entregado 75 a La Habana, 65 a Nicaragua y pronto enviarán 50 a Marruecos.

Hace pocas semanas la fundación de Sant Boi también entregó 15 bicicletas (todas azules con aspecto de nuevas) al instituto Torras i Bages de L’Hospitalet, que ha creado su propio plan para promover el uso de la bicicleta en actividades que complementen la formación académica. «No queremos que los alumnos vengan en bici sino poder hacer salidas escolares.

Organizaremos en breve una escapada al delta del Llobregat para dar a conocer estos espacios naturales», explica Jaume Agustí, tutor del aula abierta del instituto. Las 15 bicicletas ya han comenzado a ser usadas por los alumnos del aula abierta, que trabajan con un programa de estudios adaptado.

El proyecto de la Fundació Marianao ha permitido que varios participantes terminen incorporándose a los talleres de reparación del Bicing. «Es una buena oportunidad para su inserción social.

Uno de los exalumnos ha pasado de ser una carga para su familia a convertirse en el soporte económico de sus padres y hermanos», dice Bombín.

Para lograr un apoyo económico estable, la fundación planifica ahora comenzar a vender bicicletas recicladas a usuarios particulares. Mientras eso ocurre, seguirán haciendo lo que saben: donarlas a otros proyectos sociales.

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