Trabajadores inmigrantes

Cruzan sus fronteras -y las nuestras- para poder encontrar un trabajo mejor, o simplemente un trabajo, dejando atrás su vida anterior, sus familias, sus recuerdos y sus costumbres. Muchas mujeres y hombres se separan de sus hijos sin saber cuándo volverán a encontrarse. Llegan, cuando llegan -si es que llegan-, sintiendo desprotección y confusión, esperando conseguir lo que buscan: una vida digna.

La comunidad internacional creó hace casi 20 años un marco para la protección de los derechos humanos de estas personas y sus familias, la Convención de Trabajadores Migrantes.

En la actualidad, ningún país de la Unión Europea la ha ratificado. Si lo hicieran, los trabajadores y trabajadoras migrantes contarían con una seguridad jurídica que les ampararía independientemente de su situación administrativa, es decir, siendo "regulares" o no. Los Gobiernos europeos piensan que dentro de sus fronteras ya existen suficientes normas para garantizar los derechos de estas personas. Por eso rechazan la Convención y alegan que no es compatible con sus legislaciones.

Qué fácil es mirar hacia otro lado cuando no es tu dignidad la que está en juego. El actual Gobierno español también sigue incumpliendo su compromiso electoral de ratificar la Convención. Todavía está a tiempo de dar un paso al frente y hacerlo. Sería un buen ejemplo para los demás. Así terminarían 20 años de olvido.

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