La polémica sobre el velo
Pilar Rahola
Era un espectro, una mujer encarcelada en una prisión de ropa que la secuestraba más allá del tiempo
a pregunta me la hacía una diputada belga, para un libro que está escribiendo.
"¿Es cierto que mientras en Europa se debate seriamente sobre la relación entre la burka y la opresión de la mujer, en España aún estáis en la fase del multiculturalismo?".
Y con algo más de alarma, repreguntaba: "¿Es cierto que se ha permitido a un padre de Girona que imponga el velo hasta los pies a su hija pequeña, contra el criterio de la escuela?". Ante mis confirmaciones, remató: "Vais en la dirección contraria del sentido común, de los derechos de la mujer y de la defensa de la democracia".
Esta conversación viene al caso después de haber contemplado, ayer mismo, la visión esperpéntica de una mujer que cruzaba la Rambla, asida de la mano de un joven, y tapada de los pies a la cabeza con un velo negro, sin ni tan sólo una ranura en los ojos. Era un fantasma negro, un espectro, una mujer encarcelada en una prisión de ropa que la secuestraba más allá de los tiempos y los paisajes, esclava de un fanatismo atroz . Y su imagen no circulaba por las calles de Saná, o de Riad, sino por el paseo más emblemático de la diseñada Barcelona.
Contemplando, con dolor, su fugaz visión, me hice la pregunta que delata nuestra vergüenza: ¿a alguien le preocupa? ¿A alguien le preocupa que al lado mismo de nuestras casas, existan mujeres que vivan en plena edad media, dominadas por unos hombres que son sus propietarios? ¿A alguien le preocupa que haya niñas educadas para la esclavitud desde pequeñas, mientras reciben nuestra bonita educación pública?
¿A alguien - de esos alguien que deciden las actuaciones públicas sobre la inmigración-le preocupa que en nuestro país, tras décadas de lucha por hacer visible a la mujer, tengamos mujeres que son brutalmente segregadas del siglo en el que viven, y apartadas de su propio destino?
¿Vamos a decir algo? ¿Vamos a atrevernos a plantear el debate con la madurez de otros países? ¿O vamos a continuar mirando hacia el lado del buenismo multicultural, dando la manitaa líderes islámicos que no condenan la segregación, y dejando que el fenómeno crezca con ayuda del wahabismo exterior?
Peor aún, ¿vamos a continuar dando cobertura legal a esta maldad? Mucho me temo que sí.
Primero, porque, en este tema, nuestros líderes se mueven entre la ignorancia y el miedo, lo cual los inhibe de tomar decisiones. Y segundo, porque aún imperan ideas de falso progresismo que, con la excusa del respeto, representan la avanzadilla del reaccionarismo más flagrante.
Lo dice la iraní Chahdortt Djavann, diez años bajo el velo: "Cuando se pone el velo a una niña se le inculca su inferioridad, la culpabilidad de su sexualidad femenina; se la pone en el mercado del sexo y del matrimonio". El día que nuestros políticos escuchen a estas mujeres, y no a según qué imanes, empezarán a entender algo sobre mujer, islam y libertad.
Era un espectro, una mujer encarcelada en una prisión de ropa que la secuestraba más allá del tiempo
a pregunta me la hacía una diputada belga, para un libro que está escribiendo.
"¿Es cierto que mientras en Europa se debate seriamente sobre la relación entre la burka y la opresión de la mujer, en España aún estáis en la fase del multiculturalismo?".
Y con algo más de alarma, repreguntaba: "¿Es cierto que se ha permitido a un padre de Girona que imponga el velo hasta los pies a su hija pequeña, contra el criterio de la escuela?". Ante mis confirmaciones, remató: "Vais en la dirección contraria del sentido común, de los derechos de la mujer y de la defensa de la democracia".
Esta conversación viene al caso después de haber contemplado, ayer mismo, la visión esperpéntica de una mujer que cruzaba la Rambla, asida de la mano de un joven, y tapada de los pies a la cabeza con un velo negro, sin ni tan sólo una ranura en los ojos. Era un fantasma negro, un espectro, una mujer encarcelada en una prisión de ropa que la secuestraba más allá de los tiempos y los paisajes, esclava de un fanatismo atroz . Y su imagen no circulaba por las calles de Saná, o de Riad, sino por el paseo más emblemático de la diseñada Barcelona.
Contemplando, con dolor, su fugaz visión, me hice la pregunta que delata nuestra vergüenza: ¿a alguien le preocupa? ¿A alguien le preocupa que al lado mismo de nuestras casas, existan mujeres que vivan en plena edad media, dominadas por unos hombres que son sus propietarios? ¿A alguien le preocupa que haya niñas educadas para la esclavitud desde pequeñas, mientras reciben nuestra bonita educación pública?
¿A alguien - de esos alguien que deciden las actuaciones públicas sobre la inmigración-le preocupa que en nuestro país, tras décadas de lucha por hacer visible a la mujer, tengamos mujeres que son brutalmente segregadas del siglo en el que viven, y apartadas de su propio destino?
¿Vamos a decir algo? ¿Vamos a atrevernos a plantear el debate con la madurez de otros países? ¿O vamos a continuar mirando hacia el lado del buenismo multicultural, dando la manitaa líderes islámicos que no condenan la segregación, y dejando que el fenómeno crezca con ayuda del wahabismo exterior?
Peor aún, ¿vamos a continuar dando cobertura legal a esta maldad? Mucho me temo que sí.
Primero, porque, en este tema, nuestros líderes se mueven entre la ignorancia y el miedo, lo cual los inhibe de tomar decisiones. Y segundo, porque aún imperan ideas de falso progresismo que, con la excusa del respeto, representan la avanzadilla del reaccionarismo más flagrante.
Lo dice la iraní Chahdortt Djavann, diez años bajo el velo: "Cuando se pone el velo a una niña se le inculca su inferioridad, la culpabilidad de su sexualidad femenina; se la pone en el mercado del sexo y del matrimonio". El día que nuestros políticos escuchen a estas mujeres, y no a según qué imanes, empezarán a entender algo sobre mujer, islam y libertad.
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