La vida de los inmigrantes en Catalunya. PARTE 4 Y ÚLTIMA


Entre los inmigrantes, en un súper, en una tienda, en la construcción, en la hostelería, puedes encontrarte sin saberlo frente a un profesional, un universitario, una persona altamente cualificada, pero que trabaja en otra cosa porque no es sencillo revalidar sus estudios aquí.

Nos cuesta hacernos un hueco, pero la mayoría somos obstinados, perseverantes, conscientes de que comenzar de nuevo no es sencillo.

A los que nos gusta seguir de cerca el acontecer del país, nos interesa conocer en manos de quien está el país, y sobre todo como gobiernan, lo mismo hacemos a nivel local, porque al igual que ustedes nos interesa saber cómo se gastan nuestros impuestos.

Para muchos pronto nos llegará la oportunidad de elegir en las urnas, algunos solo a nivel local y a otros a nivel nacional, autonómico y también local, por lo cual, pronto tendremos voz y voto, pronto pasaremos a ser algo más que estadísticas, seremos algo más que excusas y que titulares en los medios.

Tenemos, si se nos permite, mucho o algo para dar, para opinar, para retribuir, mucho para poner de nuestra parte y lograr, todos juntos, ser uno solo, lograr hacer de esta nación una nación pujante, justa, solidaria, participativa.

Solo tienen que escucharnos más, no somos tan diferentes a ustedes, puede, que si nos escuchan lleguen y lleguemos a entendernos mejor, que veamos las ventajas de ser uno solo.

Puedo decir que he vivido y vivo la experiencia de ver cómo nos utilizan, cómo en nuestro nombre pero sin siquiera consultarnos piden ayudas y subvenciones que luego no todas van a parar donde deben.

Casi todos, en menor o mayor grado hemos sentido discriminación, a veces de manera “elegante”, otras sin el menor pudor, desde el popular “sudaca” a negro de mierda, no es que sea muy blanco, pero el calificativo de “negro de mierda” me hizo ver como en realidad nos ven muchos catalanes.

De la misma forma y en muchas oportunidades he podido ver la preferencia que se le otorga a uno del país en detrimento a nosotros, no importa si eres buen trabajador, si llegas en hora, si rindes, si estás mejor cualificado, si entra un catalán, los cursos lo hace él, la confianza recae en él, las ventajas van para él.
Desde un 14º salario a otros pagos o mejoras, pequeños detalles que te hacen sentir de segunda.

Nunca sentí acoso policial, pero he de reconocer que no bebo, ni fumo, ni he probado ningún tipo de drogas, no suelo ir a bares, ni me meto en líos, más allá de criticar a el alcalde de Puigcerdá.

En base a eso, más de un conocido, catalán me ha dicho que me ganado el dudoso honor de contar con muchísimos enemigos.

Muchos de nosotros, en especial argentinos y uruguayos lo que hemos hecho es un proceso reversivo, recorrer de forma inversa el camino de nuestros abuelos, aquellos que se fueron de Europa en barco, aquellos que huyeron del horror de la guerra, del hambre, de la miseria.

Aquellos inmigrantes de principios del siglo pasado también se fueron en busca de dinero, con la idea de volver a Europa con los bolsillos llenos de dinero, pero tal cual pasa hoy, vieron que los cuentos de oro por las calles no era tal, por eso, la mayoría se quedaron, por fortuna, esos inmigrantes fueron quienes con su experiencia, con su tesón, con sus ganas, con su ilusión contribuyeron a edificar una Sudamérica pujante.

En nuestro caso, algunos pueden haber volado con la idea de que se podía lograr el milagro de hacer mucho dinero en poco tiempo, volaron entonces detrás de una quimera, detrás de un imposible, los tiempos de fortuna y poder hace muchos años que no existen.

La verdadera vida del inmigrante en realidad no es muy diferente a la de un catalán, nos diferencia el tener buena parte de lo que más queremos, lejos, nos diferencia el ser de fuera, cosa que en la Catalunya profunda pesa aún para los propios catalanes.

Un catalán no nacido en La Cerdaña siempre será de fuera, aunque nunca tan de fuera como un africano o un sudamericano.

Y es en esas pequeñas grandes diferencias en donde los inmigrantes sentimos que pasarán décadas para que puedan considerarnos vecinos de la comarca, podremos hablar bien el catalán, bailar una Cerdana, jugar muy bien la butifarra, conocer mucho de su cultura, pero, seguiremos siendo de fuera.

No es una queja, es una realidad, no es un sacrificio sino un placer aprender catalán, hablar catalán, al menos para aquellos que somos conscientes de que es aquí donde nos ganamos la vida.

Pasarán años para hablar aceptablemente el catalán, también el poder acceder a puestos de responsabilidad, quizás puedan nuestros hijos.

Hay comunidades como la musulmana que ha ido conquistando logros, levantando mezquitas, poniendo diputados en diversas comunidades, hasta es posible que en pocos años podamos ver aspirar a un español de origen musulmán o africano, o sudamericano, a ser presidente autonómico.

Pero no será hasta el día en que nos despojemos del traje de inmigrantes y asumamos que nuestra vida está aquí al igual que nuestro futuro en que los demás catalanes comiencen a aceptar nuestra presencia y nuestras propuestas.

No será hasta que los gobernantes comprendan que somos muchos los inmigrantes que a pesar de no ser de aquí, tenemos propuestas que pueden potenciar y darle un salto cualitativo a esta nación que podamos caminar juntos, trabajar juntos, soñar juntos, luchar juntos para poner a Catalunya en el sitial que se merece.

En mi caso y el de mi familia, que llegó 6 meses más tarde que yo, nunca dejaremos de tomar mate como buenos uruguayos, pero, de la misma forma, nunca, mientras vivamos dejaremos de vibrar y emocionarnos al portar gigantes, nunca, al escuchar ELS SEGADORS dejaremos de intentar cantarla entera.

Quizás nunca esquíe, pero sí que disfrutaremos como uno más de un buen trinxat, de unos buenos bolets, y si Dios quiere, en un par de años podamos concretar la creación de una colla de capgrossos y grallers que recorra todas las villas de la comarca disfrutando y difundiendo esta hermosísima tradición.

Que no piense quien lee esto que olvidaré mi tierra natal, pero tenga la seguridad de que somos miles y miles quienes por decisión propia hemos adoptado esta nación como la nuestra adoptiva.
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Por eso es que le pido al que llegó hasta aquí que se plantee seriamente el formar con ese compañero de trabajo inmigrante una pareja lingüística, que no dude en compartir sus conocimientos de su lengua propia, que no se corte a la hora de compartir ese conocimiento.

Recibirá a cambio algo mucho mejor que dinero, recibirá la enorme y exclusiva satisfacción de ser partícipe de la difusión de su lengua, además, es más que posible que pueda llegar a conocer mejor a ese inmigrante, detrás del cual está una persona con los mismos sueños y los mismos problemas que él.

Podrá ver que a pesar de todo, a pesar de dudas, de recelos, un inmigrante puede compartir además de aficiones como el fútbol o el automovilismo, pueden existir inquietudes sociales, inquietudes medio ambientales, culturales, religiosas, puede encontrar en un inmigrante una muy buena persona con defectos y virtudes, puede encontrar un amigo, y encontrar un amigo es encontrar un tesoro.

En definitiva, en todo colectivo existen mitos, mentiras, bulos, falsedades, se esconden grandes y pequeñas historias, se puede aprender mucho uno del otro, simplemente creo que el secreto de llegar a integrarnos es comenzar a hacerlo.

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