La valentía de los Skinheads

Un grupo formado por Boixos Nois -los ‘Barra brava’ del Barça-, aprovecharon un encuentro deportivo en la tercera regional catalana para desatar toda su ira condensada en la xenofobia. Se trató de un partido que enfrentaba a uno de sus equipos predilectos, el Bada Bing, contra el Club Atlético Rosario Central de Cataluña, conformado principalmente por inmigrantes argentinos. Lo que debía ser un canto a la concordia, la amistad y vecindad, acabó elevándose como un himno al racismo, la violencia, la intolerancia y, de paso, la cobardía. Insultos, palizas con bates de béisbol, patadas. Diez de los agredidos acabaron en el hospital, algunos de ellos de consideración grave. El resumen de lo ocurrido lo tomamos prestado del diario criticadigital.com, al que Eduardo Camargo, entrenador del Rosario Central, comentó lo ocurrido: “Soy un tipo que siempre fue a la cancha, pero nunca vi algo como lo que nos pasó acá. Te aseguro que si tenían una pistola en la mano nos mataban con un tiro a cada uno”.

A pesar de la gravedad de los hechos, la prensa local apenas si hizo eco de ello. Un par de titulares por aquí y una reseña por allá, pero una condena fehaciente sí que se echó en falta, porque la violencia de pandillas, ya sea de los Boixos o de los Latins, es un hecho que no podemos pasar por alto.

El Bada Bing es un equipo formado por reconocidos miembros de los Boixos Nois que ya fue expulsado de la Liga en el 2006. Entonces se llamaban Lope de Vega. Sin embargo, para regresar con su vandalismo a las instalaciones deportivas les bastó simplemente con cambiar de nombre.

Más allá de las evidentes críticas que merecen la dirigencia deportiva catalana y las autoridades policiales (la semana previa a los hechos, miembros del Club Atlético Rosario alertaron una y otra vez a los Mossos d’Esquadra sobre el riesgo de un ataque por parte de los Boixos en dicho partido) lo que llama poderosamente la atención es la cobardía de estos energúmenos, que se rapan la cabeza, se hacen llamar skinheads, fruncen el ceño, adquieren modales ariscos y, como perritos falderos, se escudan en grupos numerosos para atacar a los más débiles. El ‘uno a uno’ nunca lo buscan, porque tienen tanta valentía como cabellera.
T.L.

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