La vida de los inmigrantes en Catalunya. PARTE 1


Llegamos algunos con sueños a cuestas, otros con la ilusión de regresar llevándonos con nosotros el futuro resuelto, alentados en este caso por gente que ya estaba en España o en territorio catalán.

Luego del primer gran paso que significa pasar Barajas, llegar al destino elegido, miles, decenas de miles decidimos que fuese Cataluña, comunidad que hasta no hace mucho contaba con cerca de 17% de inmigración.

El idioma, por fortuna no fue impedimento ni traba para quienes llegábamos desde Sudamérica, ni las costumbres y muy poco o nada en lo relacionado a la cultura, era en las primeras impresiones, casi igual que en casa.

El primer objetivo se lograba en la mayoría de los casos rápidamente, conseguir un empleo, fuese en la construcción o en la hostelería, para aquellos que veníamos de forma irregular.

Pero pasadas las primeras horas los recuerdos, el echar en falta la risa de tus hijos, el calor de tu hogar, se extrañan los olores, los ruidos, los amigos, los seres queridos.

Si se vive en la gran ciudad es algo más llevadero, sueles recorrer kilómetros cada día, caminando casi sin rumbo, descubriendo cada día algo más, viendo casi a cada paso algo que te llama la atención, desde otros inmigrantes, sobre todo aquellos de origen africano, con llamativos atuendos.

Muchas veces el ir al locutorio es casi un bálsamo, muchos aprendemos por necesidad el manejo básico de un ordenador, y no te sorprende ver llorar a hombres o mujeres, emocionados por ver a tus hijos, a tu esposa o a tus padres a través de la webcam, no, porque tú mismo eres incapaz de contener las lágrimas, es imposible hasta para el más tranquilo no exteriorizar tremenda emoción.

Tanto para los que llegamos pensando en rehacer nuestras vidas aquí y que fuimos conscientes de que al subir al avión ya sería prácticamente imposible volver atrás, como para los que vienen con la idea fija de juntar unos cuantos dólares o euros y volver al terruño, no resulta muy complicado de sobrellevar el día a día lejos de lo nuestro, lejos de todo aquello que amamos, el recomenzar resulta en ocasiones doloroso.

Para quien ya cuenta con familia y con tres décadas largas caminando por la vida, cuando pensabas que tu oficio te permitiría vivir de forma digna, cuando ya cuentas con techo propio y piensas que verás crecer a tus hijos cerca de ti, es muy difícil asumir que debes de marcharte lejos si aspiras mantener al menos parte de esa vida, pero sobre todo si tu norte es que tus hijos tengan un futuro posible.

Aquel que piense que el emigrar resulta fácil no tiene idea del altísimo tributo que se paga al tomar esa determinación, el estado emocional por el que irremediablemente pasamos todos los inmigrantes nos vuelve muy sensibles a muchas cosas, vulnerables, frágiles.

Puedes ser muy fuerte de espíritu, tener una personalidad y una mentalidad a prueba de bombas, pero cuando emigras, toda esa fortaleza que creías poseer, ante la realidad hace mella, y afloran sentimientos de debilidad, de soledad, puedes estar todo el día rodeado de gente, puedes ganar el dinero que pensabas o más, pero el vacío que sientes, la soledad, la falta de todo aquello que más te importa hacen que te sientas un prisionero sin rejas a tu alrededor.

El ir logrando parte de aquello que venías a buscar te amortigua esa sensación, pero en ningún caso logra que te sientas bien.

Algunos buscan refugio en el abrigo de la fe, hasta aquellos que hacía muchos años que no pisaban una iglesia, otros en el deporte, con amigos, los menos fuertes caen en la salida más fácil, la bebida.

Otros pasamos los fines de semana horas enteras frente al ordenador escuchando o viendo noticias y música de nuestra tierra mientras esperamos la hora para chatear o hablar con los nuestros, nos volvemos obsesivos consumidores de lo nuestro, valoramos tantas cosas que antes ni siquiera teníamos en cuenta, el saludo del vecino, el olor a sal mientras paseamos por la costa, el asadito, los partidos de fútbol, esos clásicos que ya no veremos, los bizcochitos calientes, las discusiones de política…………….las salidas con la familia los domingos por las tardes…………………el fiambre, los yogures ………….tantas cosas, tantas y tan simples pero las que de golpe toman un valor increíble.

El día a día es también difícil, debes sobre todo, adaptarte a nuevas normas, debes de aprender a convivir con un país donde no conoces su vida cotidiana, todo es diferente, desde escuchar radio, la cual en su gran mayoría es en catalán, salvo contadas excepciones, incluso si llegas a un bar a por un café, los diarios son en su mayoría en catalán, AVUÍ, REGIÓ7, EL PERIODIC……………………………

Y si bien la gente es en su gran mayoría amable y afable, el humor no es el mismo, la óptica para ver el día a día tampoco se parece a la nuestra, son quizás más celosos de sus cosas, más reservados, no exteriorizan tanto sus emociones, de la misma forma que cuesta amoldarse en el trabajo, en la comida, y si vas a misa, extrañas el idioma, tanto que a veces prefieres ir cuando la tranquilidad de la semana te permite rezar y pedir por los tuyos.

El vocabulario televisivo y sus programas dejan sentir que se han dejado valores esenciales en el camino, en el trabajo sientes que el individualismo es rey, que cada cual se cuida de sí mismo, se extraña el almorzar a las 9 y media de la mañana, el que para comer al mediodía en el caso de la construcción vas o te llevan a casa…………………………….

A los que vinimos con la intención de quedarnos y a los que desean saber qué se nos dice, a los que les provoca curiosidad el aprender, buscamos lugares donde aprender el idioma de la tierra que nos acoge, resulta luego gratificante el poder comprender lo que te hablan y también lo que lees.

Existen algunas leyendas acerca de que con lo que aquí ganamos logramos construir en nuestros países suntuosas casas, que montamos negocios, o que nos marchamos con un capital considerable de esta tierra, lo cual no deja de ser una contradicción.
La realidad es que llegamos aquí y de lo que disponemos es de dos componentes fundamentales para reunirnos con una suma de dinero considerable algo más rápido que los que aquí viven, pero pongamos esos dos componentes en juego.

Disponemos de tiempo, al no disponer de amigos o no tener la familia cerca, el trabajar más horas y los 7 días a la semana nos proporciona una entrada de dinero por lo menos interesante, la segunda es que no somos consumistas, la mayoría de nosotros no salimos a comer fuera, ni compramos coches de alta o mediana gama, ni ropa de marca, en suma, nos conformamos con cosas más sencillas.

Quizás en este caso, de trabajar los 7 días de la semana es el que el poco tiempo del que dispones, de que tienes que enviar dinero a tu familia, es el que nos permite ahorrar algún dinero.

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