Trámites nocturnos SERVICIO POLICIAL DEFICITARIO

Los inmigrantes que acuden a regularizar su situación hacen colas de 24 horas en la comisaría de Tortosa

Una única funcionaria atiende el negociado de extranjería


«Tienes el número 28», exclama Nicolae Covali antes de que la muchacha que acaba de acercársele empiece a hablar. Son las siete de la tarde y a lo largo de toda la jornada los inmigrantes que han ido llegando a las oficinas de la comisaría de la Policía Nacional en Tortosa han acudido a él para que les adjudique el turno poder tramitar sus papeles al día siguiente. No queda más remedio.

Hay una única funcionaria para gestionar documentos de extranjería en las comarcas del Ebro, donde están empadronados unos 40.000 inmigrantes, y cada día se reparten 50 números.

Nicolae es el encargado de la libreta, donde inscribe los nombres de los extranjeros que pretenden tramitar su documentación. Ese sencillo código inscrito en bolígrafo verde es el salvoconducto hacia el interior de las oficinas. Marca el puesto en la fila que deberá guardar cada persona durante horas para poder sentarse frente a la única mesa disponible. El reparto de turnos tiene la cifra límite de 50 plazas. La espera implica toda una noche aguardando turno. Antes de que anochezca, bajo el porche que les ofrece mínimo cobijo en Tortosa, el encargado de la libreta controla que la cola crezca conforme a las reglas establecidas. «He llegado a las ocho de la mañana, pero como ya no obtuve número para entrar, tendré que guardar mi turno hasta mañana, un total de 24 horas», lamenta el hombre, un moldavo de 51 años que perdió su trabajo en la cercana población de Alcanar. «Si te vas, o te duermes, puedes perder el turno», remarca Marcela, una boliviana que guarda las plazas de cuatro familiares inscritos.

Puntualidad

Durante el día se turnan, van y vuelven, algunos se despreocupan si no les importa tener que volver otro día. Pero entrada la noche, acuden puntuales a su cita. «Si cuando repasamos la lista no están todos, elaboramos una nueva porque no es justo que algunos tengamos que dormir aquí y otros se vayan», comenta Marcela. Ella pasará la noche durmiendo en su coche aparcado frente a la comisaría. Halim Hosen, de 35 años, está en pleno Ramadán y antes de descansar se prepara una de las cenas más copiosas del porche.

En ocasiones el particular sistema de citas que han ideado los inmigrantes, al que permanecen ajenos los agentes, ocasiona gritos y peleas. «Puede haber quien se intente colar, o incluso se ha dicho que hay gente que hace negocio vendiendo su plaza por 25 o 40 euros, o bien aparece una lista nueva, y entonces se arma el lío», señalan. Durante la noche, Jesús Montañés, un vecino de Sant Carles de la Ràpita que acompaña a su mujer Julia Bilokin, ha sido nombrado responsable de la custodia de la lista actualizada. «Ya que la policía no hace su trabajo tenemos que hacerlo nosotros», se queja. Jesús controla cada cara nueva que acude frente al edificio. Les comunica que ya no hay plazas para acceder a la mesa de trámites. «Tengo 74 años y no pienso hacer el payaso pasando toda una noche aquí», afirma un jubilado francés que decide irse a una gestoría.

A las ocho de la mañana la puerta mecánica de la oficina se eleva y aparece un agente. Para él no importa el mecanismo ideado para guardar turnos, sólo atenderá al riguroso orden de la fila. Si a última hora se forma más de una, sube la tensión. «Únicamente hay una funcionaria disponible, si bien un compañero hace labores de apoyo, pero si muchos deciden guardar cola durante horas debe de ser porque están en el paro o porque creen que hace buen tiempo para pasar la noche aquí», afirma el responsable de la comisaría.

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