La cara auténtica de un inmigrante que viaja en cayuco por un sueño

La gran mayoría de los inmigrantes que optan por esta vía son los más preparados de sus países.

Con la llegada del buen tiempo, las costas españolas vuelven a asistir con frecuencia al drama de la llegada de pateras y cayucos cargados de inmigrantes en busca de un sueño que pone en peligro sus vidas. ¿Pero quiénes son esas personas que se aventuran a cruzar la mar? Son las más preparadas de sus países y no al contrario, como se suele pensar.

Así lo corrobora un informe realizado durante tres años por Cruz Roja y Media Luna Roja, con la ayuda de la propia población migrante. Titulado Migraciones africanas hacia Europa, este estudio recoge 5.191 entrevistas llevadas a cabo en el centro de inmigrantes de Nuadibú (Mauritania). “Sólo sabíamos la información que daban los medios de comunicación y queríamos conocer datos de primera mano.

Lo único que sabíamos era que había un problema, que la gente se estaba ahogando y que desconocíamos exactamente cuántos eran”, explica a Sí Jaime Bará, coordinador del informe.

El estudio no partía de ninguna hipótesis y, según Bará, nunca se pensó en obtener datos como que un porcentaje elevadísimo de las personas entrevistadas tenían una educación. “Un 32% tenía una formación general básica; un 13%, formación profesional; un 27% había estudiado en una escuela coránica y sólo un 25%, y digo sólo porque es importante, no tenía ningún tipo de educación”, subraya Bará.

Esta cuestión supone un problema para el país de origen, ya que una gran cantidad de personas alfabetizadas se marchan de su tierra. “¿Qué es lo que se queda allí?”, refl exiona Bará. Cuando se les preguntó el objetivo de llegar a España, la mayoría aseguró que el motivo principal era conseguir un empleo.

Sin embargo, el 86% de las personas entrevistadas tenían trabajo allí. “Entendemos que se estaba buscando una mejora en la situación económica de la persona y la de su familia porque ya trabajaban”, explica este experto.

Baja el orgullo de Europa Siempre se ha conocido la fi gura del inmigrante en situación regular, que en algunos casos tiene la doble nacionalidad, que en la época estival vuelve a su país apareciendo ante la sociedad como una persona que ha conseguido el éxito en Europa, como, por ejemplo, “los senegaleses que tienen pasaporte francés y que muestran a sus compatriotas que tienen una buena casa, un buen vehículo y que sus familias tienen las necesidades básicas cubiertas”.

Eso provocó un efecto llamada entre miles de jóvenes senegaleses, malienses y gambianos (que representan más del 90% de las nacionalidades que intentan llegar a Europa), sobre todo desde 2006. Sin embargo, ha habido un descenso brutal de la llegada de pateras desde Senegal a España en los últimos años.

En 2009, el número se redujo a la mitad comparado con 2008. Esto, según Bará, se puede atribuir, por un lado, “a la mayor vigilancia en las costas” por el sistema Frontex que blinda las fronteras europeas, y por otro, a la cantidad de personas repatriadas, contadas por decenas de miles en los últimos tres o cuatro años, a sus países. “Al igual que en un principio hay un efecto llamada de boca a boca de gente que se iba, existe también el efecto retorno de boca a boca de gente que ha retornado a esos países sin haber conseguido su proyecto migratorio. Eso puede hacer desistir a algunas personas a intentarlo”, dice Bará.

Yo decido emigrar

El perfi l del migrante que pretende llegar a España es el de un “hombre joven, con una media de edad de 26 años, el 58% solteros, sin hijos y con unos ingresos medios de 80 euros mensuales”, cuenta Bará. Con estos datos van cayendo muchos de los mitos que envolvían al protagonista de este peligroso viaje, al que se une el de las mafi as organizadas, ya que sólo el 1,2% de los jóvenes afi rman haber sido reclutados por un pasador, frente al 70% que dice que fue una decisión propia o el 12% que apunta que le convenció su familia.

Además, actualmente existe una información mucho más amplia que la que había antes. “Hoy, sería ya complicado encontrar a personas que no saben la difi cultad que presenta la travesía”, reconoce Bará. Por eso, la mayoría de las personas afi rman que sí que son conscientes del peligro, pero que les da igual y que lo asumen.

Muchos de ellos, después de haber experimentado situaciones traumáticas como vuelcos de piraguas cerca de la costa mauritana o familiares y amigos muertos por cualquier tipo de situaciones, manifi estan no querer volver a intentarlo. “El inmigrante irregular subsahariano es invisible en nuestra sociedad. Sin preguntarle, se transmite de él una imagen bastante penosa”, denuncia Bará, que se queja de que a estas personas no se les cuestiona nada para saber sus motivaciones. “No forman parte ni de tertulias ni de nada, y son personas con capacidad de pensamiento y conocimiento”, dice.

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