Tensión latina en Reus

Un asesinato tras una pelea multitudinaria complica las relaciones entre los distintos inmigrantes latinoamericanos


Salsa y cervezas a un euro sobrevuelan la festiva madrugada del pasado sábado en un restaurante céntrico de Reus (Baix Camp). El local, adornado con banderas venezolanas, colombianas y dominicanas también hace las veces de improvisada sala de baile. "La gente quiere menearse y ya no tiene adónde ir. Desde hace tres meses el Ayuntamiento empezó a cerrar todos los sitios latinos", lamenta Edwin, un sonriente camarero del local que roza la cuarentena. "Las cosas están raras desde el muerto en la calle", revela alguna cerveza después.

Se refiere al asesinato de un colombiano de 37 años a finales del pasado mes de julio, en plena jarana nocturna y tras una pelea callejera que enfrentó a una veintena de personas de distintas nacionalidades latinoamericanas por el centro de la ciudad y con navajas en mano.

El crimen ha sembrado el desconcierto durante meses entre los colombianos que viven en Reus. Hasta el pasado viernes, cuando la detención del presunto asesino extendió el recelo al conjunto del colectivo sudamericano al trascender que el supuesto autor de la muerte es un joven de nacionalidad dominicana. Edwin traduce el significado del nuevo matiz. "Peleas por venganzas entre pandillas", razona. "Hay miedo entre nosotros". La fiesta multinacional de su local es ya una excepción, advierte el camarero. "La gente evita mezclarse con la de otros países: no se sabe quién puede acabar herido", comenta. Suena a exageración, pero se mantiene muy serio.

La desconfianza parte de que el fallecido era conocido por su carácter abierto y campechano. Jamás se metió en problemas. Aquella fatídica noche había salido para celebrar la renovación de su permiso de residencia en España y su cuerpo fue hallado de madrugada sin vida por la policía, tirado en la calle tras recibir varias puñaladas. El juzgado de Reus mantiene el secreto de sumario, en el que ya hay 10 personas imputadas. Los Mossos prosiguen la investigación.

El colectivo colombiano, que recoge firmas para exigir justicia por la muerte de su compatriota, rechaza la generalización. "Todos sabemos quiénes le mataron, no eran colombianos pero ahora nos culpan a todos", defiende Jaime Iván, uno de los promotores de la protesta cívica. Las fiestas latinas se ciñen ahora a los bares, que alentados por la propia clientela echan las persianas para seguir abiertos hasta bien entrada la madrugada. La celebración, sin embargo, se mueve por nacionalidades. "No nos mezclamos con otros colectivos latinos", explican dos colombianos. "Ya nadie se fía de nadie. Ni entre nosotros ni con los españoles", señala Wendy, venezolana que dejó de salir por los bares de Reus tras el suceso.

Cierre de bares y discos

Por miedo o ante la falta de oferta, Wendy y la mayoría de sudamericanos se limitan a beber en los bares para salir disparados después rumbo a las discotecas latinas de Tarragona y Salou. "Aquí [por Reus] tampoco somos bien recibidos", asegura. "A los sudamericanos ya no nos dejan entrar en las discotecas", se lamenta.

El rechazo a la comunidad latinoamericana es otra de las posibles consecuencias del asesinato, asume el colectivo inmigrante. "Los locales latinos siempre habían tenido mala fama, por eso han aprovechado para cerrarlos", asegura Edwin, que reside en Reus desde hace 18 años y afirma tener más amigos catalanes que sudamericanos. "A los latinos nos miran mal", añade. ¿Antes o después de lo del muerto en la calle? "Desde siempre. Pero ahora, más". En el antiguo punto de efervescencia latino de la ciudad, que este verano rugía con música, risas y broncas cotidianas, el miedo se ha transmutado en silencio. Tras el asesinato, el Ayuntamiento respondió a las continuas protestas de los vecinos que venían denunciando broncas constantes y precintó el local donde se gestó la pelea trágica. En las semanas siguientes, se cerraron otros dos locales y se incrementó la vigilancia policial. El posterior cierre de la última discoteca latina ha eliminado de la oferta nocturna los locales de salsa donde solían divertirse las cerca de 6.000 personas que integran la comunidad latinoamericana que vive en Reus, uno de cada cuatro extranjeros en una ciudad con una tasa de inmigración del 20%.

"Actuamos tras comprobar que los locales latinos provocaban disturbios continuos", explica la Guardia Urbana. "Pero no se trata de bandas. Son grupos, pandillas descontroladas por el consumo excesivo de alcohol", detallan.

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