Madres contra el "búnker"



Bianca, Luisi y Susi, tres de las integrantes de la asociación Madres Latinas, en la Casa das Mulleres de Vigo.- LALO R. VILLAR

el país.

Una asociación de 124 mujeres latinoamericanas promueve clases gratuitas para paliar los problemas que sufren los niños inmigrantes en la educación pública

Cuando llegó a Vigo, hace más de treinta años, la peruana Luisi Motta no sabía que era una inmigrante. Se dio cuenta mucho tiempo después, cuando al escolarizar a sus hijos se topó de bruces contra un sistema educativo que apenas tenía en cuenta la diversidad en las aulas. Hoy Luisi es la presidenta de Madres Latinas, una asociación viguesa nacida en 2002 para proteger los derechos de los hijos de los inmigrantes en las escuelas. Son ya 124 madres de 14 nacionalidades. Sus hijos, muchos de ellos nacidos en Galicia, arrastran problemas de identidad. "Son inmigrantes a los ojos de los demás, pero tampoco saben nada de la tierra de sus padres", explica Motta. En estos ocho años, estas mujeres incansables que no quieren ni oír hablar de subvenciones han hecho casi de todo: desde acompañar a las recién llegadas al médico o a coger el autobús a organizar clases de apoyo gratuitas para que los niños hagan los deberes. "Cuanto más integrados estén los hijos, más lo estarán las madres", apostilla Bianca Mesa, la médica y madre cubana vicepresidenta de la asociación.

La Casa das Mulleres de Vigo, donde se reúnen todas las semanas -no tienen local propio para reducir gastos- es el centro de su actividad estrella: las clases de apoyo que los niños de las asociadas reciben gratuitamente de un grupo de maestras jubiladas. En la Casa das Mulleres hacen los deberes, estudian y consultan Internet, siempre bajo la supervisión de las profesoras y de una de las madres. Lo hacen para que los niños salgan de su "búnker"; así se refiere Motta a las casas que los trabajos de los padres dejan vacías durante el día. Con las clases tratan de combatir sus dos grandes miedos: el fracaso escolar y el aislamiento de los niños. "Cada vez se relacionan menos y por lo tanto tienen menos posibilidades de integrarse", deduce Motta.

Pero en las aulas de Madres Latinas no solo tienen cabida las mujeres. Martín, colombiano de 18 años, da clases de matemáticas desde enero a doce alumnos dos veces por semana. Lleva dos años en Vigo y ayuda a una docena de alumnos de la ESO a solucionar sus problemas con los números. Todavía estudia bachillerato, pero en la asociación no se desperdicia ninguna habilidad. Entre las 124 madres hay psicólogas, médicas, fisioterapeutas o antropólogas que han participado en actividades de todo tipo: cursos de cocina -acaban de publicar un libro con sus recetas- charlas con adolescentes, exposiciones de pintura o programas de apoyo para embarazadas sin pareja ni familia en Galicia. "Hemos acompañado a varias al paritorio", recuerda Motta entre risas.

Bianca y Luisi tienen muy claro en qué ha cambiado la recepción de niños inmigrantes en las escuelas en los últimos años. "Antes ibas a hablar con el profesor si había un problema y te decía '¡aquí no pasa nada!", recuerda Bianca. "Era un fenómeno nuevo y los profesores no sabían como tratarlo", secunda Luisi. Las dos tomaron la iniciativa en la integración de sus hijos cuando estos estaban todavía en el colegio y desde entonces no han dejado de estar atentas a cualquier comportamiento discriminatorio o racista. "Los problemas están ahí, enquistados. Todavía nos volteamos para mirar al de fuera", lamenta Motta.

Para estas mujeres, la presencia materna debe ser constante y activa. "No queremos estar con la mano tendida, siempre preguntamos a las que se acercan qué pueden ofrecernos". Ideas, contactos, conocimientos ... Dinero, no, porque cada una aporta lo que quiere o lo hace para eventos puntuales. Luisi muestra con orgullo las dos exposiciones que la asociación tiene abiertas al público estos días en la Casa das Mulleres: una de fotografía, que muestra a madres e hijas posando, y otra de pintura sobre la vida de los pueblos indígenas de Nicaragua. Están orgullosas de la red de madres que han tejido en Vigo - "nos enteramos de todo", bromean- y con el tiempo han incorporado a su causa a madres gallegas, como Susi, policía local. Con ella han "patrullado" los parques de Vigo, siempre de manera informal, para mediar en los pequeños conflictos de grupos de adolescentes. "No queremos guetos ni bandas. Y es algo que ya se ha hecho en EEUU y Suecia", justifican.

Emigrar es un duelo, aseguran, pero con la experiencia de otras se hace más llevadero. De las 124 madres asociadas, 84 tienen ascendencia española. También Luisi: sus abuelos se conocieron en un barco camino de Argentina y poco después estaban cavando zanjas para construir las carreteras de Perú. No se habían dado cuenta, explica ahora su nieta, de que estaban en otro país.

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