'Ser inmigrante es tener que dar explicaciones'

“Los gobernantes encuentran en la inmigración una excusa para explicar el sistemático expolio del estado de bienestar. Los políticos quieren implantar la idea de que hay un problema muy grande, una situación de alarma que requiere de actuaciones decididas, que son poco menos que reacciones prácticamente militares, puesto que nos enfrentan y nos ponen en un auténtico estado de emergencia. En la práctica, se trata de un burdo truco para atribuirle a la inmigración las razones de todos los males. Tener un problema como éstos es una auténtica bicoca. Los gobernantes no podían soñar con nada mejor que con la inmigración para justificarse de todo lo que no hacen. En el fondo es su solución para explicar el desorden social desde dentro y exculpar tanto a las mayorías sociales como a sí mismos”, afirma Manuel Delgado, antropólogo y profesor de la Universidad de Barcelona.

Delgado lleva tiempo relatando cómo los responsables de un sistema “profundamente perverso” disimulan las carencias en temas como vivienda, educación o salud utilizando el recurso de la inmigración para esquivar el bulto. En días pasados Delgado estuvo en la Fundación Pere Ardiaca hablando sobre el discurso político y social en relación a la inmigración.

De la multiculturalidad y otros términos bonitos
“He dejado de hacer la asignatura de inmigración en la universidad porque me daba vergüenza enviar a los estudiantes a que hagan trabajo de campo con los inmigrantes. Lo único que les faltaba son los antropólogos. Ya es lo último. Los acosa la policía, los racistas, los antirracistas...y en el fondo no hay nada más de lo que hablar sino de la vivienda, el paro, la educación, que son los problemas que nos afectan a todos. Los inmigrantes sufren, quizás de forma más aguda porque tienen el agregado legal, problemas que son de toda la población y que son por ocupar el estrato más bajo de la estructura social. No hay problemas de vivienda que sean de inmigrantes: hay problemas de vivienda para todo el mundo que busca casa y que debería tener derecho a ella”.

Según Delgado, es en gran parte creación de la clase política y la izquierda bienpensante el discurso que se regodea con las bondades de la multiculturalidad. Pero las palabras bonitas utilizadas por las administraciones implican una concepción “apolítica, aeconómica y ahistórica”, porque lo que hacen es esconder las desigualdades justificándose en causas culturales.

Este tipo de discursos, además del elogio a lo pintoresco de la cultura, van recubiertos de tolerancia. “No podemos quedar atrapados en un lenguaje que nunca ha sido el nuestro, el del rollo ciudadanista. Estoy en contra del concepto de tolerancia, porque tolerar significa aguantar al otro. Yo no tengo que entender al otro sino que tengo que entenderme con el otro. Es una cosa muy distinta. Tolerancia quiere decir, básicamente, que una cosa que no debería hacerse, o que no sería legal, es aceptada porque se entiende que los beneficios que se consiguen son superiores a los efectos no deseados. En el fondo, la tolerancia implica un punto de vista de superioridad. Alguien que se cree con la capacidad y el derecho de tolerar, lleva a cabo ese acto supremo de despotismo y desprecio que es tolerar al otro”, dice.

Las filas de los tolerantes de los que habla Delgado muchas veces se componen de miembros de la supuesta izquierda bienpensante, que etiqueta bajo términos pintorescos y reproduce tópicos. “No se porqué los Beatles no se categorizan como música étnica, porqué los frankfurts no son restaurantes étnicos. ¿El inmigrante es étnico y yo normal?. Hablamos de humo cuando hablamos con conceptos como la multiculturalidad y la apoteosis de pago del Fórum de las culturas. Tu pagabas una entrada y entrabas a un mundo ideal en el cual el multiculturalismo era un mundo en el que bailarines con tutú se dedicaban a danzar en un espacio impoluto, en el que no había conflictos y nunca se hablaba de política”, ironiza.

Para hablar más de política real y menos de los tópicos, es necesario dejar de lado las diferencias culturales. “La forma en cómo la gente reza, entiende el universo, pertenece al dominio de lo privado y la administración no tiene nada que decir sobre eso. Una de las conquistas democráticas por excelencia fue la de aceptar la división entre lo público y lo privado. En relación a un servicio publico cualquiera, cada uno es un usuario que reclama ser atendido y debería obtener automáticamente el derecho a no dar explicaciones.¿Qué es ser inmigrante? Es tener que dar explicaciones”, resume.

Debates como el de las mezquitas u otros en torno a la religión contribuyen a que olvidemos el significado más profundo de ciertos temas. “Cada vez que hago una charla me hacen una pregunta en relación al velo. Siempre es lo mismo. Yo no digo que no sea interesante, pero tendríamos que hablar más de las cosas que nos afectan a todos y dejar tranquilas a las musulmanas, que vienen de países donde les obligaban a ponérselo para llegar a otro donde les obligan a quitárselo. Siempre se pregunta: ¿podemos convivir con la diferencia? Pero nadie piensa si podemos convivir con la desigualdad”, concluye Delgado.

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