Sergio Toldi: «Incluso yo me equivoco con los inmigrantes»

De padre italiano y madre catalana, Sergio Toldi asegura que nunca ha visto la inmigración como la ven otros, quizá porque se crió en un hogar donde convivían dos culturas. Hace dos años, su preocupación por los problemas de aceptación de muchos colectivos inmigrantes le llevó a colaborar con el Grupo de Interacción Multicultural de la Sagrada Família. Hoy es uno de los agentes antirumores que se dedican a rebatir los estereotipos más comunes sobre los que han llegado de fuera.

—¿Qué le diría a un vecino que se queja de que la inmigración comporta una pérdida de la identidad?

—El otro día una ponente de Guinea del curso de multiculturalidad que estoy realizando decía que si los catalanes consideran que la inmigración implica una pérdida de identidad es porque tienen una visión muy pobre. Y creo que tiene razón.

—¿Por qué decidió convertirse en un agente antirumores?

—Todo empezó en el Grupo de Interacción Multicultural, al que llegué por dos razones muy egoístas. La primera, aprender de los demás, de la gente que viene de fuera. Y la segunda porque quería implicarme en una actividad para integrarme socialmente. Surgió esta oportunidad y me pareció interesante. Además, hace poco descubrí que a veces incluso yo tengo actitudes equivocadas con los inmigrantes.

—¿Por ejemplo?

—Una vez, en una charla de un cursillo de muticulturalidad, vino un ponente gitano. Me preguntó si tenía hijos. Le dije que sí, y entonces me dijo: «Y tú nunca, al ver llegar a tu hija sucia del colegio, le has dicho que iba hecha una gitana?» Y sí, se lo he dicho muchas veces.

—Entonces, ¿cuál es su misión?

—Se trata de tener unas bases para desmentir cualquier rumor cuando lo oyes, por ejemplo lo de que los inmigrantes colapsan la sanidad pública. Saco el tema con la gente del barrio para poder contradecir las teorías erróneas. El otro día estaba en el bar chino donde desayuno y surgió eso de que los extranjeros no pagan impuestos. El dueño, que es chino, me decía que él pagaba muchos impuestos, que eran los paquistanís quienes no los pagaban. Es increíble pero los rumores están calando muy hondo, incluso entre los propios colectivos de inmigrantes.

—Sagrada Família es un barrio con una tasa del 17% de inmigrantes. ¿Eso crea muchos conflictos?

—El porcentaje está en consonancia con el promedio de Barcelona y del distrito del Eixample. Y yo creo que no es un barrio conflictivo en absoluto. Parte de mi trabajo consiste en moverme por los locales y nunca veo peleas ni enfrentamientos. Es más, en el Barça-Madrid, los bares se llenaron de chinos, argelinos, marroquís y catalanes que celebraron la victoria azulgrana. Pero siempre hay una distancia entre los nacidos aquí y los llegados de fuera.

—Aquí hay muchos comercios y tiendas regentadas por extranjeros, otro de los focos de tensión.

—La gente dice que abren cuando quieren y sin permisos. Un establecimiento de alimentación de menos de 150 metros cuadrados puede abrir las 24 horas. De ahí que se inventara Opencor. Y los paquistanís abren los colmados hasta las 11 o las 12, como si quieren abrir todo el día. Además, gracias a eso el barrio tiene mucha más vida ahora.

—Si son tan fáciles de refutar, ¿cómo puede ser que estos tópicos estén tan extendidos?

—Porque un rumor es muy fácil de difundir. Problemas con las becas de comedor o las colas en la Seguridad Social ha habido siempre. La diferencia es que ahora somos más.

—O sea, que nos creemos los rumores a ciegas, sin cuestionarlos.

—Sí. En este barrio hay varias residencias de la tercera edad y veo muchas jóvenes inmigrantes que hacen de cuidadoras de personas mayores. Y justamente son ellos quienes más se creen los tópicos. Pero claro, todos coinciden en que la chica que les cuida es diferente al resto. Es curioso.

—Mucha gente reprocha a los extranjeros que no se integran...

—Primero tendrían que explicarme qué significa integrar. Pero, entendido como la forma de adaptarse a la cultura de aquí, hay que pensar que muchos de los que llegan solo quieren trabajar. Y hay otros colectivos, como los rumanos, que vienen para estar unos años trabajando, ganar dinero y volver a su país de origen. Ellos no necesitan integrarse.

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