Catalunya y la inmigración

La presencia de un millón de inmigrantes extranjeros en Catalunya no debería ser ninguna novedad porque entre los años 60 y 70 llegaron un millón y medio de andaluces y extremeños. Si Paco Candel acuñó el nombre de "els altres catalans", ahora se habla de los nuevos catalanes. La diferencia estriba en la variedad de orígenes, culturas, religiones y especialmente en el hecho de que 800.000 de estos extranjeros han llegado en los últimos ocho años.

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La intensidad del fenómeno tiene pocos precedentes. Y pese a la experiencia catalana anterior o al conocimiento de lo que ha sucedido en Francia o Gran Bretaña, la concentración de inmigrantes en determinadas escuelas y barrios no se ha podido evitar. Aunque Barcelona y su metrópolis reúnen la mayor parte de la inmigración, es en ciudades intermedias donde se dan los mayores porcentajes de inmigrantes, lo que ha convertido algunos barrios en pequeños guetos. La vivienda y el factor boca a boca lo han propiciado. Ocho poblaciones que superan los 2.500 habitantes cuentan ya con más del 30 por ciento de inmigrantes.

El top ten de la multiculturalidad lo ocupa Castelló d´Empúries, que está cerca de tener casi la mitad de extranjeros. En este caso la presencia de europeos que residen en la urbanización Empuriabrava es el factor determinante, como sucede en Salou y en Lloret de Mar. Si se atiende a los inmigrantes de fuera de la UE, Salt (Gironès) y Guissona (Segarra) son los núcleos con más peso, cerca del 40%.

Sin embargo, en números absolutos, Barcelona es la gran capital de la inmigración, con 250.000 empadronados de procedencia extranjera. A mucha distancia quedan l´Hospitalet, con 50.000, y Santa Coloma de Gramenet, Sabadell, Terrassa y Badalona, que tienen entre 21.000 y 26.000.

La distribución por nacionalidades dentro del territorio no es tampoco homogénea. Los africanos (marroquíes y subsaharianos) suponen una cuarta parte de los inmigrantes de Catalunya, aunque han perdido peso en los últimos años en detrimento de los latinoamericanos (40%), debido a la llegada masiva de ecuatorianos y bolivianos, que se han quedado predominantemente en el área metropolitana de Barcelona. Pero hay excepciones como Cadaqués, donde han llegado a residir 600 bolivianos, lo que equivale al 20% de la población. Otros casos insólitos son Guissona, con una mayoría de ucranianos; Ulldecona, de rumanos; las comarcas de la Garrotxa y Pla de l´Estany, con predominio de los gambianos, y el Alt Urgell, de portugueses.

La ciudad de Barcelona es otro ejemplo de concentración de nacionalidades por barrios. Los pakistaníes en el Raval, los chinos en el Eixample (como también en el barrio del Fondo, en Santa Coloma de Gramenet), los ecuatorianos en Nou Barris y Sant Andreu (pero también en la Torrassa, en l´Hospitalet).

Estas situaciones han obligado a la Generalitat a tomar medidas concretas, como la ley de Barrios, que pretende rehabilitar zonas deterioradas ahora ocupadas por los recién llegados, ya sean los núcleos antiguos o bloques de pisos de los años 60. Sus efectos han sido muy positivos, aunque algunos ayuntamientos pequeños lamentan que, al tener que aportar el 50% de los fondos, se han visto atenazados por las inversiones en infraestructuras y se han resentido otras aportaciones de tipo social.

Las escuelas son otro punto clave. En Catalunya hay 133.000 alumnos extranjeros y el 80% acude a centros públicos, con concentraciones muy marcadas.

La Vanguardia.

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